María Gracia Fernández
Posted on 10/11/2016
Crítica e indignación, parecen ser las palabras adecuadas para resumir el comportamiento que presenta actualmente la sociedad chilena. Durante los últimos años hemos observado un marcado descontento por parte de la población, producto de la toma de decisiones ejercida por la elite política y por el comportamiento de algunos emblemáticos actores de nuestro país. Sin embargo, impresiona ver cómo sólo un 34% de la ciudadanía ejerció su derecho a votar en las últimas elecciones, siendo esta una de las principales estrategias para asegurar el cambio y revertir situaciones indeseadas.
Relacionado a este descontento, un artículo publicado por la Fundación Trascender, afirma que casi un 80% de la población evita hacer donaciones a ONG´s, debido a desconfianzas asociadas a la poca transparencia que han mostrado estas instituciones en el pasado. El mismo estudio revela que, según la sociedad chilena, la mejor forma de aportar a causas sociales o ambientales es a través de la realización de voluntariado, lo que resulta casi irrisorio al ver que aproximadamente sólo un 7% de los entrevistados ejecuta voluntariado en alguna causa (Trascender, 2015).
Benito Baranda (2015), psicólogo y presidente de la Fundación América Solidaria, en una de sus columnas hace una ilustrativa comparación entre dos libros escritos por el famoso autor Stéphane Hessel. Él señala, que en el año 2010 Hessel publica un ejemplar llamado “¡Indignaos!”, que fue éxito en ventas y tuvo gran aprobación. Un año después el mismo literato escribe otro libro llamado “¡Comprometeos!”, que tuvo poca aceptación y alcanzó baja popularidad.
De lo anterior cabe preguntarnos, ¿Estamos buscando cambiar aquello que nos causa disconformidad? ¿Por qué se nos hace tan difícil invertir nuestro tiempo o dinero en algo que nos haga sentido? ¿Por qué las cifras nos muestran una preocupante inconsecuencia?
Queda claro que resulta más fácil criticar y buscar culpables que comprometerse y fidelizar con una causa. No obstante, es importante entender e interiorizar que todo nuestro quehacer influye de manera directa o indirecta en nuestro entorno, ya sea social, personal, o medioambiental. La indiferencia ante el conflicto y la defensa a través de la crítica, es el tumor que estamos viviendo y que urge erradicar.
He visto de primera línea cómo el conflicto medioambiental ha pasado desapercibido en el debate y en la agenda pública, principalmente producto de sus consecuencias a largo plazo. En ese sentido asombra cómo si no vemos el efecto instantáneo en el presente no le otorgamos sentido de urgencia al problema. Recordemos que no es indiferente dónde botamos la basura; no tiene poca importancia nuestro consumo exorbitante de energía; no es trivial el uso constante y frecuente de bolsas plásticas, así como tampoco es irrelevante si escasea el agua, si aumentan las temperaturas, o si peligran las especies.
La relación entre el hombre y la naturaleza NO debiese ser asimétrica, y debido a que gran parte de nuestros actos contribuyen al deterioro del planeta, el compromiso y fidelización por esta causa debiese ser casi una obligación, sin importar la falta de tiempo o inmediatez del sistema en que vivimos.
Es hora de llevar la crítica y la indignación a un plano constructivista, que integre el compromiso, la propuesta, y la participación en conjunto. El conflicto medioambiental que estamos viviendo es ahora y el momento para prevenir y mitigar no puede esperar.
Más información sobre la ONG SinHuella en:
Página Web: http://www.sinhuella.org/
Página Facebook: https://www.facebook.com/ongsinhuella/
10/11/2016
Interesante columna, ya que no solo nos invita a ponernos del lado de la solución, sino que también es una invitación para detenerse a observar distintos mecanismos de legitimación política. Los movimientos sociales, por ejemplo, son un caso de manifestación política y que tienen el poder, incluso, para decidir la agenda política de un gobierno.
10/11/2016
Excelente columna! muy interesante la perspectiva en que se trata el tema y estoy totalmente de acuerdo en que es mucho más común apuntar con el dedo y preocuparse por los problemas pero lamentablemente son muy pocos los que se ocupan de los problemas.
Rocio Ramirez
10/11/2016
Excelente columna Mara. Efectivamente debemos hacer un esfuerzo en concientizar sobre los efectos a largo plazo en una sociedad preocupada crecientemente en la inmediatez; algo paradójico si es que con los avances de la tecnología y medicina la esperanza de vida va en aumento.