Consuelo Moran Cuneo
Publicado el 01/12/2020
En medio del valle del río Colorado y dentro de las últimas hectáreas públicas de la Región Metropolitana, se levanta el cerro el Barco (4547m). En octubre de este año, Viviana Callahan junto a Felipe Cancino realizaron el primer ascenso de este cerro, en medio de una expedición que buscaba hacer registros de este territorio aún desconocido y prohibido, que alberga altas cumbres, glaciares y una naturaleza salvaje.
En el cruce Maitenes, justo donde el río Colorado desemboca en el Maipo, viven los montañistas Viviana Callahan y Felipe Cancino. El agua del Colorado corre desde la profundidad de las montañas que están dentro de las 142 mil hectáreas fiscales, que actualmente son administradas por el ministerio de Bienes Nacionales. Uno de los tesoros andinos que allí se encuentran es el cerro el Barco (4547m). Hasta octubre de este año, ningún montañista había alcanzado la cumbre de esta montaña, que entre sus paredes de roca esconde glaciares que aún resisten la fuerza del sol.
Felipe Cancino no conocía esta fracción de los Andes Centrales: “Siempre tuve la inquietud de conocer de dónde viene el río que pasa fuera de mi casa, pero no había podido principalmente por las restricciones de acceso”, cuenta el montañista y trail runner. A fines de octubre, junto a su colega Viviana Callahan, el fotógrafo Matt Maynard y el kayaquista Tomás González, lo lograron: se adentraron en este territorio, hogar de 18 mil hectáreas de glaciar. Durante la expedición de cinco días, que tenía como finalidad hacer registros para la campaña Queremos Parque, Viviana y Felipe realizaron la primera ascensión del desconocido cerro el Barco.
Encallado en la mitad del valle del río Azufre (afluente del Colorado) y rodeado de murallones de roca se levanta el cerro el Barco. “Hay una fortaleza de roca alrededor y los canalones que comunican al acarreo superior eran, o cascadas de hielo, o roca muy rota y descompuesta”, cuenta la montañista Viviana Callahan sobre esta ascensión que realizó con su cordada, compañero de casa y colega de la escuela NOLS, Felipe Cancino. Después de un par de pasos expuestos, el recorrido siguió entre filos y acarreos hasta la cumbre. “Fue muy bonito estar en la cumbre con la Vivi y haber tenido esta vista a los glaciares que bajaban del cordón fronterizo”, agrega Felipe.
Durante la investigación del cerro previo a la expedición, la cordada fue testigo de la poca información y registro de esta montaña, que es vecina del más conocido cerro Alto de San Juan (6148m). Este último es una de las cuatro cumbres de más de seis mil metros que existen en este predio, que actualmente está lleno de trabas para acceder: hay que solicitar permiso al Ministerio de Bienes Nacionales y contar con una credencial de la Federación de Andinismo y/o ser socio de un club de montaña. Se trata de 142 mil hectáreas públicas a sólo 60 km de Santiago, cuyos accesos podrían estar abiertos para tod@s a través de la creación de un gran Parque Nacional, que también protegería estos glaciares que son el 50% de la reserva de agua dulce de la RM.
La última vez que Viviana entró al valle del Colorado fue 10 años atrás, para ascender al nevado Piuquenes: “Ahí entré en misión cerro y no observé pensando en que eso se podía convertir en un parque nacional. Ahora estaba con esa visión y me impresionó que todavía quedaran glaciares de esa magnitud en la zona central, que es urgente proteger”, dice la escaladora. Felipe Cancino también se sorprendió de la naturaleza dramática y vertical de las montañas de este valle, y agrega que: “Es una zona que tiene un infinito de posibilidades para el desarrollo del montañismo y trail running, y me gustaría que eso también estuviese disponible para la gente”.